Si te encuentras una piedra en el camino ¿Qué haces?

Imagina que vas caminando por ahí y te encuentras una piedra en el camino, ¿qué haces?

La primera respuesta que se me viene es: la esquivo, la salto o la quito del camino para que no me estorbe a mí ni tampoco les estorbe a otras personas que puedan pasar después por el mismo lugar.

Imagina que vas a un sitio y para entrar tienes que pasar por una puerta que se ve cerrada, ¿qué haces? ¿qué respuesta te viene? A mí se me ocurre que me fijo si está abierta o cerrada jalando o empujando la puerta, y si aun así no se abre, toco la puerta para que alguien pueda abrirla.

Ahora imagina que vas caminando por la calle y te topas con una persona que viene caminando en sentido contrario, ¿qué haces? ¿Te quedas ahí sin moverte o buscas la forma de moverte para continuar tu camino? “Lógicamente” pienso que me movería hacia un lado o hacia el otro, para poder seguir caminando.

En estos tipos de ejemplo, entendemos que si vemos algo físico frente a nosotros que nos impide continuar o llegar hacia dónde vamos, movernos o hacer algo, sería la respuesta más “lógica”. Sin embargo, estas respuestas que parecen tan “lógicas”, pareciera que no son tan lógicas a nivel emocional.

Y ahí viene la pregunta clave: ¿por qué a veces en nuestra vida emocional estamos en una situación o con una persona o en un lugar donde no nos sentimos bien, observamos que puede ser un obstáculo en el camino que no me deja seguir o continuar hacia donde quiero y, aun así, me quedo ahí, observando ese obstáculo o esa situación más del tiempo que debería, más del tiempo que quiero?

¿Por qué en nuestra vida emocional nos quedamos más tiempo en una situación que no nos gusta, que no nos agrada, que no nos llena y que sabemos que no es lo que queremos?

¿Por qué nos quedamos observándola y no buscamos la manera de seguir adelante o de sacar del camino eso que no me deja avanzar o no me permite llegar hacia dónde quiero?

¿Por qué justificamos, excusamos o damos larga para movernos de ahí? 

Mantenernos en cualquier situación que no nos gusta, sería como llegar a este lugar en el que tengo que atravesar la puerta para entrar, tener la puerta frente a mí, verla y simplemente quedarme mirándola, sin abrirla o sin tocarla.

Y surgen algunas preguntas: En este momento ¿frente a cuántas puertas cerradas estás en tu vida? ¿cuánto tiempo llevas mirándolas? Y ¿por qué no haces el intento de abrirlas?

¡Cuántas veces, tenemos el obstáculo frente a nosotros y no hacemos el intento de esquivarlo, moverlo o saltarlo!

Cuántas situaciones incómodas estamos viviendo y nos quedamos simplemente ahí, sabiendo que no estamos donde queremos estar, que no estamos haciendo lo que queremos hacer e incluso, que estamos con quien no queremos estar.

Y la pregunta que nos va sacando de esta situación sería: ¿Qué te falta para poder abrir esa puerta?

¿Qué te falta para moverte de ese lugar? ¿qué tanta incomodidad sientes en donde estás o que tanta más incomodidad necesitas sentir para moverte de ahí?

¿Qué necesitas para moverte?

Porque si es una cuestión de responder estas preguntas, entonces respóndete desde la honestidad y buscarás la forma de moverte.

Si es valentía, encuentra la valentía dentro de ti, porque si no das un paso, no va a llegar sola.

Si es información, infórmate.

Busca lo que necesites porque tú puedes, tú puedes buscar, tú puedes moverte.

Es muy extraño esto porque, por un lado, estamos en un mundo en el que cada vez estamos más acostumbrados a tener las cosas rápido, en un solo clic, pero, por el otro lado, en nuestra vida emocional, dejamos pasar las cosas, dejamos tomar decisiones para más adelante, hasta que la vida nos lleva a tomarlas o las toma por nosotros.

Imagina que tienes la puerta al frente, sabes que quieres cruzarla y no importa si hasta ahora no te atreviste a abrirla, deja de quedarte mirándola y tócala, empújala, porque es cierto que hay puertas que se abren solas, pero hay otras puertas que no, que necesitan que tú las empujes, que tú hagas la acción de abrirlas, porque en ese abrir la puerta estás haciendo algo que antes no hiciste, estás decidiendo. No depende de la puerta, no depende de lo que hay al otro lado, depende de ti, de tus ganas, de lo que realmente quieres, del valor que encuentras, reencuentras y recuerdas que hay en ti, para poder empujar esa puerta y cruzar hacia donde quieres cruzar y así llegar a donde quieres llegar y sentirte como te quieres sentir.

Y eso, sólo depende de ti: tú escribes tu historia, y eso es más que una frase, realmente, en cada decisión, en cada elección o no elección, estás escribiendo tu historia.

Si realmente quieres abrir esa puerta, ábrela, no hay nada más que tu propia mente que te lo pueda impedir, así que es tu propia mente la que también te puede ayudar, impulsar y acompañar a empujar esa puerta.

Ya sabes lo que hay del lado en el que estás, hay muchas cosas esperándote del otro lado, y nunca las sabrás si no cruzas, así que, adelante:

¿te atreves a abrir esa puerta?

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