Sea lo que sea que pase, siempre será lo mejor que pudo haber pasado...
Hace unos meses tomé una decisión que en ese momento sentía que me sobrepasaba, la sentía super grande: dejar el país maravilloso en donde vivía y en el que estaba realmente cómoda, por emprender un retorno a casa después de 18 años sin saber qué iba a pasar. Decidí regresar al país en donde nací y reconectar con las raíces culturales, con mi familia y mis amistades… Fue tan grande la decisión que así de grandes han sido los muchos cambios que trajo y sigue trayendo a mi vida.
Hoy quiero contarles una de esas tantas experiencias…
Una de las personas que primero quería ver era mi abuelita. ¡El encuentro fue maravilloso, imagínense ver a alguien importante para tí después de mucho tiempo!, la encontré sentada en su silla de ruedas, con su cabello canoso y mirada perdida, hablando poco y recordando menos…
A los 10 días de ese encuentro tuvo una complicación respiratoria que la llevó casi 3 meses al hospital, en donde más de una vez los doctores nos dijeron que la dejáramos descansar, que en cualquier momento podría irse de este mundo, no nos lo dijeron tan lindo, pero era lo que yo prefería escuchar, y la verdad es que al principio no entendía y me daba mucha impotencia no haber llegado antes, no haberla disfrutado más, esas cosas que uno se reclama muchas veces cuando la persona que amas está en un estado crítico.
Fueron 3 meses visitándola todos los días, y cada día se convirtió en una bendición. Un día, de los muchos realmente críticos que tuvo, me paré frente a su camilla a mirarla, la veía agotada de tanta lucha, y aunque ella no estaba consciente y me decían que no podía escucharme, yo sentía que ella me escuchaba, después de todo, las almas no necesitan nada más que sentirse para comunicarse, así que la tomé de la mano y le dije que por mucho que me resistiera o que luchara con la situación, yo no podía cambiarla, que no la quería ver sufrir y que si sentía que era su momento, que siguiera su camino, le dije que quería verla bien y que aceptaba lo que el plan divino tenía para ella, fue un momento muy importante para mí, en un gran acto de amor, estaba soltando a una de las personas que más amo, soltando mi frustración, mi dolor, el dolor de ella, soltando mis expectativas y mis deseos.
¿Fue fácil? Para nada, me costó mucho llegar a ese momento, me costó mucho porque yo recién había llegado con todas mis expectativas, mis ganas de conversar y de pasar tiempo con ella, y de pronto pasaba eso y aún así me seguía aferrando a lo que yo deseaba, sin importar lo que realmente estaba pasando o sin plantearme si era lo mejor o no para la otra persona… ¿Cuántas veces nos pasa eso?, ¿cuántas veces nos cegamos por nuestros deseos?, ¿cuántas veces nos cerramos y aferramos sólo a lo que queremos?, ¿cuántas veces tensamos la cuerda en vez de soltar y confiar? Nos cuesta creer que hay una fuerza más grande que sabe qué es lo mejor para todos, que no sólo está viendo una parte, sino que está viendo el todo y aunque a veces pasen cosas con las que no nos sentimos bien en ese momento, más adelante nos damos cuenta que era lo mejor.
Hoy en día ella está estable y en casa, la vida me regaló la oportunidad de seguir acompañando a una persona que amo con todo mi corazón, que me enseñó muchas cosas cuando era pequeña a través de refranes y que aún hoy en día, siendo yo una adulta y ella sin hablar y sin reconocerme, me sigue sorprendiendo con sus enseñanzas. Me hizo recordar que sobre todo en los momentos y con las cosas que más nos cuestan, hay que pedir, soltar y confiar. Pedir lo que quieres, soltar el resultado o la forma cómo lo quieres y confiar en que sea lo que sea que pase, siempre será lo mejor que pudo haber pasado…